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Iglesia de Dios del Séptimo Día, El Paraiso, Honduras

No adulteraras

No adulteraras
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

Estas dos frases “NO ADULTERARAS” describen uno  de los diez mandamientos que forman la sempiterna ley de Yavéh. Este mandamiento es el que como lámpara  perenne debe arder constantemente  en el hogar cristiano, para no permitir que nunca, la transgresión de la ley referida al adulterio  se introduzca  en el seno del hogar para la discordia matrimonial.
El adulterio:

El Concepto: Ayuntamiento carnal ilegitimo  de hombre con mujer, siendo uno de los dos o ambos casados.
Puede definirse de esta otra manera; Delito de la mujer casada que yace con quien no es su marido, y del hombre que yace con mujer casada siendo que lo es. Las leyes humanas vigilan la pureza de este acto conyugal.
Esta práctica que se ha convertido en una de las prácticas más comunes en la humanidad que no teme a Dios, forma un pecado ante Dios. Al estar ascripto Esta falta gravísima es el espectro  que oculto, en la sombra de la incomprensión  de los cónyuges, asecha  el corazón débil  para hacer creer en él, el amor prohibido.
El adulterio es la serpiente  que sigilosamente se arrastra  entre las hojas secas de la falta de cariño, para ser ver a ella, o a él, que hay un fruto codiciado, que ellos nunca han visto  y que es mejor que el que ellos  tienen. Cuantas mujeres  habrán sentido el imán de esta mísera serpiente, la cual con graciosa voz les ha señalado  al hombre prohibido , ella de pronto , con fuerza contesta que Dios ha vedado comer de ese fruto , mas insistentemente la serpiente le anima diciendo; “tú no quieres a tu marido, o el  no te quiere a ti, anda  ve tras el fruto prohibido prueba de él y serás  feliz”; es cuando entonces la mujer ve que el árbol es bueno para comer y es agradable a los ojos y que es magnífico para alcanzar placer. Al fin, el imán  de la serpiente  la arrastra  y la empuja hasta que ella, ahora débil, estira sus  brazos y rodea  el árbol  ajeno y gusta del fruto prohibido que tiene veneno.
¡Pobre la mujer! ¿Qué hará ahora al regresar a su casa, al abrir la puerta y encontrar a su esposo que aun la ama y éste, está  rodeado de sus hijos...? La luz de la felicidad que antes brillaba en el hogar  y que hacía de su casa  todo un árbol de felicidad, ahora siente que esa felicidad se va apagando lentamente; quiere encenderlo mas no puede, se siente sin fuerzas, la vergüenza  la turba, no se atreve a mirar a su esposo frente a frente y cuando este le habla  ella tiembla,  piensa en el reclamo, siente que el látigo del reproche la flagela, su conciencia la quema, el fuego de esos momentos de desliz pasional  la consumen. ¡Pobre mujer! Ahora no será llamada la honorable  señora de don fulano de  tal, ahora será llamada “la adultera”. ¿Dónde esconder su pecado? Si a la mar fuere, allí le gritara su conciencia, y si a los cielos subiere, allí brillara aun más su vergüenza. Es inútil, nunca podrá esconder su pecado y la purga más grave de su extravió será cuando sus oídos  escuchen ¡ahí va la adultera!.

Así también, cuantos hombres incomprensivos e ignorantes., del valor de su hogar, corren en busca de nuevos amores, porque el que tienen en casa está ya marchito, las enfermedades y vejes  han afeado  el rostro de  su esposa, aquella  singular hermosura que descubrió cuando novios, a desaparecido; hoy la mira sin atractivo los encantos desaparecieron y la ilusión  voló, con las alas de nuevas conquistas. Ahora el hombre es el blanco de la serpiente, esta astuta serpiente maligna  le espera en el momento y lugar preciso y  le envuelve los ojos con el imán de lo prohibido.
Y al  señalarle la serpiente lo prohibido, le empuja y le dice: anda, que el placer te espera y la vida es corta,  aquel hombre incauto, falto de cariño por su esposa, ve los nuevos encantos, la fruta del placer y es allí donde nace la pasión que le arrastrara y le empujara al abismo del fracaso. Y después de haber comido del bien ajeno, ¿Qué hace ahora al regresar a su casa…? Al abrir la puerta y encontrar a su esposa… su conciencia le grita: ¡culpable, culpable!, pero el hombre indómito apaga la voz de su conciencia con el grito de su ira; la comida que le espera calentándose en la llama del brasero es despreciada, los insultos a la inocente caen sobre ella, como piedras hirientes. Tal parece como si el pensase que ella adivina su fechorías, y el, queriendo disimular tal idea, encuentra refugio en el vituperar, y en el insulto que asesta sobre la fiel esposa,  muchas veces llegando al estado de bestia, estropea con sus pies a la pobre mujer la que con el silencio de sus labios levanta el altar del sacrificio donde su vida abnegada la llama al sufrimiento. Y mientras el hombre vocifera ella pide favores  por el salvaje.

Así principia la miseria de aquellos hogares, el dinero se escasea y el hambre se multiplica. La desnudez se convierte en el vestido de sus hijos y la desgracia el  motivo de su desdicha. Y cuando la gente se pregunta  por el motivo de aquella desventura alguien dice: “el tiene otras mujeres”.
Así,  el hombre cae de hinojos ante el espectro del adulterio y es así como miles de hijos son expuestos a las garras del vicio y a los tentáculos de la depravación.
Bien sabia Dios que los humanos se iban a inclinar  ante este tan grande mandamiento no menos  importante que los nueve restantes (Éxodo 20), mandamiento que resuena en el eco de los siglos para regir la moral de los hogares y hacer dichosos a quienes obedientes acataran la voluntad de Jehová.
La Biblia en sus escrituras, es basta para aconsejar a los cónyuges y librarlos de tan grave error. –Dice por ejemplo proverbios 6:23-26 “Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, Y camino de vida las reprensiones que te instruyen, Para que te guarden de la mala mujer, De la blandura de la lengua de la mujer extraña. No codicies su hermosura en tu corazón, Ni ella te prenda con sus ojos; Porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; Y la mujer caza la preciosa alma del varón.

 El hombre al adulterar es convertido en  bocado de pan para ser devorado en la fauces satánicas del pecado, y pasa a ser parte de la legión de almas perdidas a favor del engañador, pero para convertir ese pan delicioso como anzuelo  Satanás ocupa lo que nunca falla; el deseo carnal del hombre para con la mujer; por eso dice la parte ultima del verso # 26 Y la mujer caza la preciosa alma del varón.
Aquellas mujeres que sabiendo el compromiso que tiene el hombre ante Dios, sirven de tentación para el varón; estas mujercillas se constituyen en bocadillos deliciosos para despedazar a muchas almas.
Si tú en la calle, mirares mujeres de buena apariencia social, pero con instintos tales, piensa que son bocados  del maligno que no sirven sino solo para el mal, no hagas caso de sus hechizos porque te sobrevendrá condenación; nadie te dice;  no seas atento con quien es la ayuda idónea para el hombre, antes bien se cordial, pero guardando el límite que tu cristiandad te lo permite, no enredándose en asuntos fuera de los negocios del Rey ni tampoco buscando lugares ocultos e inadecuados para hablar;  como varón acude al llamado de  cualquier hembra que necesite tu ayuda, pero hazlo siempre acompañado de tu esposa, hija o hijo adolescente u otra persona de la congregación para así evitar lo que queremos evitar; Ofender al Creador.

 El verso 27 al 29 sigue  diciéndonos. ¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare.
El adulterio es comparado con el fuego que abraza y consume, que extingue toda felicidad; después de un adulterio cometido, aunque los cónyuges se llegaren a perdonar, ya no tendrán la misma confianza, esta fue quemada por la falta, el pecado no dejo una sombra donde refugiarse del calor de la duda, y ahora viven en desconfiando el uno del otro. Y en caso de no haberse perdonado, el adulterio quemo la dicha del hogar, destruyendo el vinculo matrimonial, y dice claramente, que el que prendió este fuego, no será sin culpa, es decir, llevara su culpa, tarde o temprano tendrá que pagar el mal que hizo; sigue diciendo el verso 32-35 “…Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; Corrompe su alma el que tal hace. Plaga y vergüenza hallara, y su afrenta nunca será raída, por que los celos son el furor del hombre y no perdonara en el día de la venganza, no tendrá respeto a ninguna redención ni querrá perdonar aunque multiplique los dones.”

Esta es la sentencia para el adultero: plaga y vergüenza, la mujer que adultera llevara siempre consigo la vergüenza y la plaga del sufrimiento no se apartara de su lado, siempre tendrá un índice que la señale y una boca que critique y la afrente en el adulterio, nunca será raída, así como el rey David nunca durante todos los días de su vida olvido su pecado permaneciendo, este delante de él. Así es el adultero, su pecado siempre estará delante de sus ojos como una plaga, como una vergüenza porque con el adulterio no viola solamente la ley de los hombres, sino ante todo se viola la ley de Dios.
El adulterio es una de las faltas en que más ha incurrido la humanidad, es uno de los pecados que mas oculto se desea tener por la afrenta y vergüenza que acarrea y aunque se haya cometido, a toda costa se trata de negar como lo dice Prov. 30:20 “…El proceder de la mujer adúltera es así: Come, y limpia su boca Y dice: No he hecho maldad…” !Cuántas maneras existen para cubrir un adulterio!,  por esta razón el que lo comete limpia su boca hipócritamente y dice”… No he hecho maldad…” y  aun osadamente llega a decir: …¿Cómo pueden comprobar mi pecado…?
Claro está, el que ha infringido el mandamiento, sabe perfectamente bien que no se lo podrán demostrar, no hay rastro alguno y en caso de que pudiera ver, cuan sencillo  es en el silencio mismo del pecado y de la maldad el borrar cualquier huella que pudiera haber.
Quiere decir entonces, que aparte de infringirse el séptimo mandamiento, se infringe el sexto por el infanticidio que se comete.
No obstante a pesar de que sea difícil de probarse, sin embargo, nunca podrá esconderse el adultero y la adultera del ojo divino, como lo dice Eclesiastés 5:8 ultima parte: “…porque sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos…” Los que cometen adulterio por la vergüenza particular de cada uno de ellos guardan silencio, y aun por años tratan de ocultarlo y como creen  que  es un pecado difícil de conocerse se envician en el, llegando a cauterizárseles la conciencia, pensando que en realidad no hacen daño a ninguno  y que además no es pecado el querer.Muchos hijos de Dios llegan a pensar de esa manera, sin entender el gran mal que con ella acarrean. Pero para un hijo de Dios que ha llegado a entender las enseñanzas de la Biblia.
El incurrir en esta falta es menospreciar  a Jehová, así lo dijo el profeta Nathan a David en el segundo libro de Samuel 12:10 “…Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer…” es menospreciar a Jehová por cuanto se tienen en poco la palabra de Él, así lo dice el verso 9 de la misma cita: “…¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón…” si un hijo de Dios comete adulterio, está teniendo en poco la palabra que ha escuchado y esta menospreciando la santidad que Jehová le ofrece y todo esto acarrea una consecuencia, la que nos especifica el versículo 14 “…Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá…”aquel que llamándose cristiano comete adulterio, hace que los enemigos del evangelio blasfemen y tengan en poco la divinidad de la palabra de Dios; quiere decir entonces que el adulterio se constituye en una grave falta delante de Dios, por eso, la violación de este mandamiento precisamente se convierte en pecado de muerte.

La sentencia levítica era la siguiente “…y el hombre que adulterare con la mujer de otro, el que cometiere adulterio con la mujer de su prójimo indefectiblemente se hará morir al adultero y a la adultera…” la sentencia era terminante, no debía  de perdonarse en Israel, en la era levítica, a quien incurría en ese grave error, le era para él un pecado de muerte por el que debería de morir, pues según la ley, debería quitarse el mal de Israel de esa manera, (Deuteronomio 22:22)”… Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer también; así quitarás el mal de Israel…” no obstante, a pesar de ser tan  clara la Sagrada Escritura, existen  muchas personas religiosas que tratan de suavizar el juicio divino diciendo que eso solo podría tener lugar en la era levítica, pero que ahora estamos en el tiempo de la gracia en que ya no hay ley y que por lo consiguiente no hay mandamientos que obedecer, y que en conclusión no hay sentencia para el adultero, que bastara solamente con la confesión ante el Sacerdote o con la reconciliación ante el pastor el cual le pondrá una disciplina por uno o dos años y asunto arreglado.
 Este desde luego, es el juicio que el hombre ha inventado y se basa en la Biblia tomando como referencia Juan 8:4-11 “…Le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.  E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más…”
Es muy cierto que a partir del ministerio de Jesucristo cambio en cierta forma la legislación, las sentencias etc. Pero a pesar del acomodo que tuvieron las cosas en la administración divina la justicia celestial sigue inmutable, el pecado se siguió llamando pecado  y la santidad se siguió llamando  santidad. El divino Maestro no deformo absolutamente nada, todo lo contrario, trato de explicar más ampliamente los conceptos divinos.

Por ejemplo, en el caso que acabamos de leer, los judíos que entendían de la gracia que por Jesucristo venía a ser hecha, recordaron al Divino que la transgresora por la falta cometida merecía invariablemente la muerte, repitiendo: los judíos estaban dentro de la razón, asistidos por la legislación levítica.
Note usted que el Señor no les censuro ni les corrigió su actitud. Delante de él estaban los acusadores y la  acusaban, Jesús en ese momento se estaba constituyendo en juez, pero como judío legitimo no podía oponerse a la sentencia de la ley, pero como Redentor del mundo, tenía que rescatar a la pecadora, no podía violar ninguno de sus principales, ni la ley en ese momento porque estaba bajo ella, ni su misión  de Salvador.
Si observamos con detenimiento su juicio, encontramos que fue un juicio sapientísimo; como Hacedor él mismo de la ley, dio la orden: “apedréenla”, pero antepuso las frases: “ el que esté limpio de pecado”. No negó el juicio levítico, pero luego antepuso la ley de la conciencia.
Antiguamente, los mismos pecadores ejecutaban a otro pecador y sin misericordia le aniquilaban, pero ese sistema del antiguo pacto en Cristo había venido a caducar, y fue allí precisamente cuando se hizo la medicación  en la era de la gracia. Ya no serian los hombres pecadores los que por su mano sucia ejecutarían a otros pecadores, ahora el juicio pertenecía a Jesucristo como dice en Juan 5:22 “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo..”.
Por esta razón, aquellos acusadores y ejecutores de la ley se alejaron y la dejaron sola incluyendo al verdadero Juez, el Hijo del Hombre quien le dijo cuando estuvo frente a frente “…ni yo te condeno…” fue allí donde el Divino, uso de su poder de redención, el venia a salvar, y allí encontró la sabia oportunidad de demostrar el don de salvación de su Padre. Conforme el plan del Sempiterno así lo dice Juan 3:17 “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él...” . El Redentor en carácter de Salvador tenía que rescatar y salvar aquella mujer que había sido expuesta al castigo de la ley, Jesucristo brillantemente lo hizo como lo ha hecho con miles y millones de pecadores que se han llegado a él para pedirle clemencia.

Ahora bien, después de haber actuado como Redentor, Jesús sabia que también actuaba como Juez y que la ley de la santidad que el mismo gravitaba, le impedía consentir el pecado, es decir, por el hecho de haber perdonado el Señor esto, no quería decir que el consentía las iniquidades; lejos sea este hecho de la bendita persona de Jesús.
El ahora, como el Juez de la gracia, también tenía que hablar, ¿Cuáles fueron las palabras que pronuncio como Juez?.. Fueron estas, “…vete y no peques mas…”. Lo que el Supremo Juez en este caso, después de haber usado de la misericordia redentora,  fue señalarle el séptimo mandamiento: NO ADULTERARAS. Al decirle el Señor: vete y no peques mas, le daba a entender: vete y no vuelvas a hacer el pecado que te imputaban. La obra de Jesús en este caso estuvo perfecta, no quebranto la ley levítica, sino, estableció la salvación por medio de la gracia sin violar la ley.

Sin duda alguna este cuadro se ah repetido  en cada uno de nosotros, todos llegamos a Jesús merecedores del mismo trato de ejecución como lo dicta la ley levítica, sin embargo la misericordia y la clemencia de su salvación nos ha rescatado de la sentencia de muerte y nos ha dado vida.

Pero ahora, ¿Qué hay si aquella persona que adultero antes de conocer a su Salvador lo vuelve a hacer? ¿Volverá nuestro Señor al sacrificio nuevamente por aquella persona? ¡No!, Si al principio cometió el pecado, él o ella lo hizo sin conocer al Señor, pero ahora que lo conoce sabe que no lo podrá hacer y si lo hace ya sabe el resultado final, ¿a este se le podrá llamar inocente después de haber recibido al Salvador en su corazón?, ¿bastara  con la disciplina que le imponga el Pastor?; las respuestas son
obvias ¡no
El Apóstol Pablo en Hebreos 6: 4-6 “ Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”.

 Ya no es el hombre el que debe   meter la mano sucia  en el juicio divino, recordemos que anteriormente eran los hombres  los que apedreaban al o la culpable, es decir, era el hombre que metía su mano en el juicio, pero ahora el hombre no debe inmiscuirse  en lo que al Juez Supremo le compete.
Si un cristiano después de haber conocido la voluntad de Dios  reincide en adulterio, no será sentenciado a morir apedreado, ninguno, nadie, podrá decidir tal castigo o sentencia, la suerte de aquel que reincide dependerá  solamente de Dios; Hebreos 13:4 “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.
Al poner mucha atención a la escritura anterior claramente se menciona una sentencia, es a saber, solo Dios sabrá la magnitud,  pero de ninguna manera lo escrito  menciona del perdón, dicho de otra manera, se refiere al pecador que ha reincidido después de haber recibido el perdón de sus viejos pecados, a través de la sangre del Divino Maestro. La sentencia para el adultero que reincide no será ya a pedradas, el lago de fuego es el fin, Pablo dice;  1 Corintios 6:9-10 “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
Por último el Séptimo mandamiento está vigente, así como los nueve que restan, y ¿sabe usted porque están en vigencia? Porque Dios quien los creo a través de su Hijo aun existen, si usted desea ser un hijo de Dios esfuércese por conocer, guardar y hacer los frutos necesarios al conocer los 10 mandamientos, no de Moisés, sino del Dios de amor que nos da la vida y la oportunidad de ser sus hijos.

Tomado de Iglesia de Dios de Guatemala
  años 70





Ejemplar testimonio del buen uso del Velo para Orar; anciana de buen testimonio, que alegra la vista de quienes vemos en ella el deseo de hacer las cosas como a Dios le agrada, el blanco de su velo significa PUREZA como puro debería ser el corazón de quienes amamos de verdad a Dios.




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